DON MIGUEL DE LUESIA, MAYORDOMO Y ALFEREZ REAL DE ARAGÓN.
Por Javier CABELLO GARCÍA*
Javier Cabello García es uno de esos hombres descendientes de la villa de Luesia, que toda su vida ha tenido una estrecha relación con ella y sus vecinos, buscando en sus raíces aquellos personajes ilustres que dejaron rasgos inequívocos de personalidad e ímpetu por conseguir para Luesia la grandeza merecida, como lo hizo Don Miguel de Luesia.
Su tesis sobre la Prehistoria de la comarca de Cinco Villas, la primera que se ha hecho sobre el ámbito de la arqueología, fue un hito importante en su carrera como investigador. También fue el comisario científico de la exposición «ArquEjealogía» de 2007 en Ejea de los Caballeros, que tantos frutos nos ha deparado.
A modo de introducción
Es más que evidente que el personaje de don Miguel de Luesia ha sido uno de los más importantes –si no incluso el que más- de todos los hijos que la villa de Luesia ha tenido a lo largo de su dilatada historia. En efecto, don Miguel ocupó importantes cargos de responsabilidad y confianza en tiempos del rey de la Corona de Aragón Pedro II “el Católico” (1196-1213), a quien sirvió con lealtad y valentía hasta sus últimas consecuencias, ya que murió junto al propio monarca y otros nobles aragoneses en la batalla de Muret (concretamente el jueves, 12 de septiembre de 1213) intentando defender la vida de su rey en tierras del Sur de Francia contra una carga de caballería de los Cruzados de Simón de Monfort. Entre los caídos junto al rey de Aragón estuvieron, además de Miguel de Luesia, Aznar Pardo, su hijo Pedro Pardo, Gómez de Luna y Miguel de Roda, al que después otras fuentes añadieron a Blasco de Alagón y Rodrigo de Lizana. Los cadáveres de estos leales caballeros aragoneses acompañaron incluso al rey en su última morada, y de hecho don Miguel, y el resto de nobles caídos en la infausta batalla, fueron sepultados en la abadía de Sigena (Huesca), el más importante cenobio de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén en tierras aragonesas. Aquí finalmente descansó el rey Pedro el Católico al lado de la tumba de su regia madre, doña Sancha de Castilla. Sus valientes nobles difuntos, entre ellos nuestro don Miguel de Luesia, tal vez recibieran sepultura en tumbas ubicadas en los muros exteriores de la iglesia del monasterio a ambos lados de la puerta. Lamentablemente, casi todas fueron profanadas siglos después (en 1809) por las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia. Igual triste destino sufrieron los cuerpos reales de Pedro II y su madre doña Sancha, cuyos sepulcros fueron abiertos en diversas ocasiones y finalmente sus restos mortales fueron profanados, esparcidos y quemados en 1937 por miembros del Regimiento Engels del Ejército republicano durante la Guerra Civil. Hoy se conservan los sepulcros reales vacíos.
No obstante, tampoco debe descartarse de modo absoluto que Don Miguel volviera a Luesia para ser finalmente sepultado, tal y como podría deducirse de su testamento de julio de 1212, además de algunas novedades epigráficas que podrían arrojar luz sobre la cuestión…
Don Miguel de Luesia: algunos datos de su vida y cargos desempeñados
Don Miguel de Luesia fue en vida uno de los personajes más ricos y poderosos del Reino de Aragón; sabemos que ocupó durante varios años el importante papel de Mayordomo Real según aparece en los registros documentales de la Cancillería Real de la época. Este alto cargo tan sólo podía ser desempeñado por oficiales nobles o grandes magnates del reino, pues era un puesto de honor y de la máxima confianza del rey. Algunas de las funciones desempeñadas por el Mayordomo Real en el siglo XIII eran las siguientes: aprovisionamiento de la real casa; vigilancia sobre el estado de los alimentos o bebidas; todo lo relativo al decoro del rey, de su casa y de su curia (vestido, calzado, ajuar doméstico, mobiliario, boato, obsequios a altos dignatarios…); labor de policía y sanidad dentro del palacio, además de requisas e incautaciones mandadas por el rey; vigilancia de la real persona y de la familia real (seguridad, evitar atentados); introductor de embajadores y visitantes, siendo en fin, el consejero fiel más próximo al rey de toda su Curia o Consejo Real, pudiendo hablar en nombre del propio rey.
Pero además, don Miguel era señor tenente titular, sin contar su casa de Luesia (que no es otra que la tenencia del propio castillo donde muy posiblemente vivía además su hermano Jimeno de Luesia, con su mujer Felicia y sus sobrinos Jimeno, Miguel y su sobrina Oria), de los señoríos de Aranda, Tarazona, Luna, Ejea y Sos, a lo largo de su vida temporalmente y por designación real, además de sus heredades patrimoniales, como los castillos y villas de Híjar, Blesa y Segura y del señorío de Letux por ascendente matrimonial con su esposa Mayor Ferrández, sin contar otras propiedades repartidas entre las tierras de Aragón e incluso de Castilla, tal y como sabemos gracias a su testamento, conservado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid. Como vemos, fue un auténtico magnate de la época (finales del siglo XII y comienzos del XIII), lo que entonces se denominaba específicamente como “ricohombre”, y que queda también reflejado en el escudo de armas de los Lusia-Luesia aragoneses, consistente en cinco calderos de sable –es decir, de color negro- dispuestos en sotuer –dos arriba, uno en el centro, dos abajo- sobre fondo de color amarillo (oro). Es la forma de la Cruz en aspa en donde fue martirizado San Andrés, de quien quizá fuera devoto Miguel de Luesia. Pasemos a analizar brevemente el simbolismo medieval de este escudo de armas según las leyes tradicionales o clásicas de la Heráldica.
El simbolismo heráldico del escudo de armas de la familia Lusia-Luesia
y de Don Miguel: entre calderos y esportillas
El color amarillo (oro) simboliza la nobleza, el esplendor, la prosperidad, magnanimidad, constancia, riqueza, poder y luz. La familia que llevara este esmalte, por tanto, debía caracterizarse por sus cualidades de magnanimidad y nobleza y servir al Rey cultivando las Bellas Letras. Debían ser los primeros en defender y portar las virtudes caballerescas, amparar a los necesitados y defender a su Rey con la obligación al servicio y protección de las Letras ante su Soberano y Patria. El oro simboliza el topacio. En las armerías de los reyes se le llama «sol», en las de los nobles con título de Duque, Marqués, Conde, etc., «topacio» y en el de la nobleza en general «oro». En su relación con los astros el oro es el Sol; de los doce signos del Zodíaco, Leo; de los elementos, el Fuego; de los días de la semana, el domingo; de los meses del año, julio; de los árboles, el ciprés y de las flores, el girasol; de las aves, el gallo; de los cuadrúpedos, el león y de los peces, el delfín. Las características heráldicas que le corresponden son: Nobleza, Magnanimidad, Riqueza, Poder, Luz, Constancia y Sabiduría.
Por las Leyes de la heráldica, cuantos lleven este metal en sus escudos están obligados a hacer el bien a los pobres (Don Miguel de Luesia fue sumamente generoso con estos últimos, a los que en su testamento de 1212 nombra como beneficiarios en sus disposiciones iniciales) y a defender a sus príncipes, peleando por ellos hasta su última gota de sangre, tal y como también hizo como ya vimos al principio del presente escrito, Don Miguel al morir junto a su rey Pedro II en la fatídica batalla de Muret (1213).
Además, la profunda religiosidad de Don Miguel y de su mujer Doña Mayor quedan fuera de toda duda: al inicio de su testamento disponen el pago de ¡20.000! misas para el descanso eterno de sus almas…
El sable es color negro, que procede de la palabra «zobel» o «zables», que en alemán significa «marta negra o cebellina, animalillo de piel negra muy fina». El color negro es de tradición antiquísima y simboliza el pudor; entre las piedras preciosas, el diamante; entre los planetas, Saturno; de los signos del Zodíaco, Acuario y Tauro; de los días de la semana, el sábado; de los meses, enero y abril; de los metales, el hierro. Las características heráldicas que le corresponden son: Prudencia, Gravedad, Rigor, Honestidad y Obediencia. Los que llevan este color en su escudo deben servir a su Soberano, política y militarmente. El color negro es, además, símbolo del pudor y como tal, se concedió el privilegio de llevarlo en este escudo como paradigma de la modestia, la discreción y la prudencia que caracteriza a la familia portadora de este apellido, así como la obligación al servicio y protección de la Religión ante su Soberano y Patria.
La caldera o el caldero, junto con otras vasijas: copas, jarros y calderas, que servían para el manejo de vituallas, eran antiguamente la marca de ricohombre en suelo hispano. Viene su origen del pendón y calderas que entregaban los Reyes a aquellos magnates que consideraban Grandes del Reino, teniendo entre sus facultades privativas, la de levantar y sostener tropas a sus expensas, ya que en los campamentos militares ocupaban una zona propia donde alimentaban a sus propios hombres, de ahí el simbolismo del caldero como avituallamiento compartido en la intendencia. En la Edad Media, y por la propia herencia cultural celto-germánica, el caldero era un símbolo a la vez de prosperidad, riqueza y opulencia; sólo podían adoptar este símbolo heráldico los hombres nobles muy ricos y poderosos, capaces, como hemos visto, de reclutar, armar y mantener tropas por sí mismos en caso necesario. El caldero pues, simbolizaba la Ricahombría y Grandeza del Reino, señalando en número, sus casas o señoríos.
En este sentido, el número de cinco calderos dispuestos en sotuer o en “aspa” sobre el escudo, podría simbolizar precisamente a los cinco señoríos (“honores”) que, por designación real, gobernaba el propio Miguel de Luesia como tenencias y a los que hacíamos anteriormente referencia expresa: Ejea, Tarazona, Luna, Sos y Aranda, sin contar el señorío “solariego” de donde el noble aragonés era oriundo y que llevaba en su propio apellido personal toponímico, Lusia-Luesia, junto a sus dominios patrimoniales (“heredades”) entre los que destacaban las villas y castillos de Blesa, Segura y de Híjar, además del señorío de Letux, por herencia de su esposa doña Mayor Fernández/Ferrández que a su vez era hija del señor de Belchite. Con ella don Miguel tuvo dos hijas: doña Guillermina y doña Elvira de Luesia. A esta última apenas le dio tiempo a conocerla, pues cuando murió Don Miguel en 1213 probablemente no llegaba ni a un año de edad.
Tras la Tesis Doctoral de Carlos Vara Thorbeck sobre la batalla de las Navas, este mismo autor realizó un ingente trabajo en el que reconstruyó utilizando la técnica de los “soldaditos de plomo”, el aspecto de los principales protagonistas de esta trascendental batalla de la Edad Media hispana. Esta interesante colección fue publicada hace unos años en un desplegable de la “Aventura de la Historia” (nº 65, marzo 2004). También realizó la figura a caballo de Miguel de Luesia armado con su escudo de los calderos de sable en sotuer sobre oro, y que sepamos, es una de las escasas recreaciones que se ha hecho sobre el posible aspecto que pudo haber tenido don Miguel de Luesia, en este caso, durante el transcurso de esta trascendental batalla librada contra los “infieles” almohades en julio del año 1212. Otra segunda imagen muy reciente se debe a la publicación en el año 2012 de una monografía de la serie Guerreros y Batallas, nº 80 de la Editorial Almena, sobre la batalla de Muret (septiembre de 1213) por Rubén Sáez Abad (pág. 36. Lámina 3, izda.). En esta representación sin embargo, Don Miguel de Luesia aparece como Alférez Real de Aragón portando sobre su escudo una esportilla o bolsa de peregrino de color negro (sable en heráldica) sobre fondo amarillo (oro). En efecto, la esportilla ha sido un símbolo heráldico relacionado con la humildad y la peregrinación a lugares santos (Santiago de Compostela, Roma…), aunque en el caso de Don Miguel de Luesia pudiera haber tenido además un posible vínculo con su generosidad para con los pobres en su función de bolsa limosnera: en su testamento de 1212, tal y como ya indiqué antes, Don Miguel efectúa unas disposiciones relacionadas con dar de comer (a diez millares) y de vestir (otros mil) a indigentes, además de disponer el pago de 20.000 misas por la salvación de su alma y la de su mujer Doña Mayor, y es que el testamento en los tiempos medievales también era un auténtico instrumento de salvación para los más ricos y poderosos…
Sobre el emblema de la esportilla, deberemos mencionar que en los fondos de la Biblioteca Nacional de París se conserva una impronta circular sobre cera verdosa de un Michael de Lusia rodeando una esportilla central, si bien se ha fechado hacia 1275, por lo que debió pertenecer a otro Miguel de Luesia posterior o bien asumir que esa fecha debiera ser revisada en el futuro y ser por tanto, anterior y tener conexión con nuestro Don Miguel. En conclusión, ya sean los calderos como símbolo medieval de riqueza y de poder o bien una esportilla con función de bolsa limosnera, bien pudieron ser ambos emblemas de Don Miguel de Luesia, mostrando con carácter respectivo y no necesariamente antagónico sus facetas de ricohombre y de caridad cristina hacia los más necesitados y humildes…
Tal y como vamos viendo, es un tema que todavía no está del todo resuelto, aunque bien pudieran conjugarse entre sí como escudo de armas de la poderosa familia de los Lusia-Luesia los calderos en sotuer y como blasón más personal de Don Miguel la bolsa limosnera o esportilla de peregrino. El asunto continúa pues abierto a nuevas investigaciones y propuestas.
Existen por lo demás otros datos que también apuntan hacia la gran riqueza y poder obtenido en su día por Miguel de Luesia: una obra tan significativa como la portada románica occidental de la iglesia de San Salvador de Luesia puede datar precisamente de la época (hacia 1200 o poco antes, en todo caso en las postrimerías del siglo XII) en que don Miguel fue el señor o tenente de Luesia junto a su hermano Jimeno de Luesia, -recordemos que esta portada es una de las de mayor tamaño de todo el Arte Románico de Aragón, siendo sólo superada en dimensiones por la Porta Magna de la propia catedral de Jaca- pudiendo don Miguel, dada su situación de absoluto privilegio económico como “ricohombre”, haber sufragado buena parte de los gastos de la decoración de este impresionante conjunto escultórico realizado por el prestigioso círculo artístico del maestro de Agüero-San Juan de la Peña, autor del programa iconográfico (Ciclo de la Epifanía, Pantocrátor y Tetramorfos) de la portada de Luesia y que, a finales del siglo XII, trabajó en lugares tan importantes y significativos como el claustro del entonces todopoderoso monasterio benedictino de San Juan de la Peña (Huesca). De esta misma época en la que don Miguel fue tenente del castillo de Luesia junto a su hermano Jimeno (1198 hasta 1213, año de su muerte en batalla) podría datar también el monumental acceso actual al recinto inferior del castillo, si bien no hay que descartar que pudiera fecharse en época posterior, hacia mediados del siglo XIII. El arco apuntado u ojival que todavía permanece en pie en nuestros días, permitía el acceso o la salida al interior del patio de armas del castillo de tropas armadas y montadas a caballo, cosa que no es modo alguno habitual en los castillos medievales del entorno. Si además, observamos detenidamente este monumental arco apuntado –que por aquel entonces era la “última moda” militar en Europa-, podremos observar en la dovela clave o central exterior que articula el mismo arco ojival en su parte más elevada y justo debajo del escudo posterior (1546) del arzobispo don Hernando de Aragón, los restos de un relieve decorativo hoy lamentablemente muy perdido y que parece referirse a las trazas básicas de un caldero, que, como ya hemos indicado con anterioridad, era el principal símbolo heráldico de Ricohombría en la época y de la poderosa familia de los Lusia-Luesia. Finalmente Lope Jiménez de Lusia-Luesia (muy posiblemente sobrino-nieto de Don Miguel) consiguió en febrero de 1247 hacerse con la propiedad del castillo y de la villa de Luesia tras el pago al rey Jaime I de una gran cantidad de dinero y a cambio de unas alquerías “ganadas a los moros” en la conquista de Mallorca.
El mismo Javier Cabello García, relatando la Historia de D. Miguel en el Castillo de Luesia. (Fotos del autor)
2 comentarios
Lo que uno aprende de todas estas lecciones. ¡Cuánta historia tienen todos esos restos que cubren nuestra Comarca.! Enhorabuena Pepe por traernos a tu Blok a personas eruditas en la historia de todos estos personajes y restos medievales.
Una lección de historia de las Cinco Villas. Gracias Javier por tan interesante artículo.