Como tantas veces que he pasado por la plaza de Luesia, me quedé mirando esa casa bastante nueva, que tiene bajo ella un amplio espacio abierto a modo de porche, que en un momento determinado tuvo alguna misión.
Mi curiosidad no pasó desapercibida para quien estaba en la puerta de la casa, que no era otro que Manuel Aragüés, al que conocía desde hace años y no dudó en llamarme por mi nombre; algo que agradecí pues me iba a despejar algunas dudas que no llegué a preguntarle. Me las facilitó Manuel con toda su amabilidad. Aquella fue la casa de su abuelo, la Casa del Boticario y un baldosín cerámico lo dice a su entrada. El amplio porche fue el herradero del pueblo, que su abuelo cedió al Ayuntamiento para aquel fin, autorizándole éste a construir sobre él, ampliando la vivienda. Logicamente, aquella necesidad de herrar a las caballerías desapareció y asimismo el oficio de herrador, y en el mencionado espacio no quedó señal de aquella actividad que no faltaba en los pueblos grandes de Cinco Villas.
Patio de la Casa del Boticario, muchas veces fotografiado.
El viejo herrador de Luesia.
El patio de la casa es otra cosa, allí pudo haber cualquier adtividad: El carro y útiles de labraza, collerón para la mula y sombreros para los segadores, pilas o morteros de farmacia, etc… Se adivina el interés y cariño a todo que te ha servido…
Gracias Manuel por tu favorable acogida, que me mostró la amabilidad que siempre tuviste conmigo y me alegró encontrarte con tan buena salud. Gracias.
Manuel Aragües ante la entrada de su casa de arco de medio punto y escudo de armas.
En las paredes de su vivienda no faltan detalles históricos
Siempre será La Casa del Boticario
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