El 1 de Octubre de 2009 escribí este post, que por razones de investigación para el libro que íbamos a escribir sobre Francisco de Val, se quedó atrás como «privado»; pero por llevar recuerdos de amigos que siempre mostraré agradecimiento, he creído oportuno insertarlo hoy, tal como lo esribí.
Como lo hiciera en otra ocasión con Villafeliche, *recordar* ahora y por la misma razón, he visitado Jaulín, esa pequeña población en la Ruta de Goya, a 28 K. de Zaragoza, donde la titularidad de «acogedora» se hace realidad en el trato con su vecindario.
Mi intención era visitar su Ayuntamiento y tratar de encontrar datos de la presencia de la familia de Francisco en Jaulín, donde varios años ejerció de veterinario su padre, D. Anacleto García, y desde donde su hijo Francisco salió para incorporarse en filas. Amablemente, su Alcalde me ofreció su colaboración para encontrar en los archivos, todo aquello referente a la familia García-De Val, y muy especialmente, los datos concernientes a su hijo, en el momento de llegar a quintas, que tuvo que ser el año 1917, con veinte años. Pero antes de esta entrevista, tuve la suerte de conocer a varias personas, que unos y otros me acompañaban a ver a los más indicados por su edad, para recordar vivencias de años lejanos. Por fin encontré en Pascual Navarro, la persona más cercana al compositor, que nada tiene que ver familiarmente aunque su segundo apellido sea Del Val. Sin embargo, era su suegra, Carmen Burillo López, quien estaba relacionada con unos familiares de Mozota y amigos de Francisco, quienes le pidieron acompañaran al músico, que iba a visitar Jaulín, en la Semana Santa de 1983. Y fue precisamente Pascual, quien acompañó a Francisco y a su pareja por el pueblo y los entornos de Jaulín. -Comieron con toda la familia. Les comentó que haría un canción para Jaulín. Todos los rincones le eran conocidos, las plazas, la iglesia, la balsa, etc… -Emocionado, lo vi llorar– me comenta Pascual; y ante su pregunta de por qué lloraba, contestó – Son tantos los recuerdos que me traen estas calles y estos rincones donde jugábamos siendo chicos a «marro», «al escondite»… Son tantos los recuerdos…- Fueron las últimas lágrimas que Francisco de Val dejó en este pueblo, y al contármelo Pascual, me entristece, porque recuerdo la dureza de su historia, cuando con 16 años, lo despojaron de su guitarra y los amigos que aquí tenia, para ir a aprender el oficio de herrador de mulas en Sierra de Luna. Yo tan solo tengo palabras de agradecimiento, hacia estos buenos amigos que me han contado cuanto sabían y me han mostrado su pueblo de arriba- abajo. Guardaré constancia de todo ello y seguiremos hablando de vuestro pueblo. ¡Gracias a todos!
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